La crisis de los referenciales ideológicos

viernes, noviembre 27, 2009 Postado por Miguel Cabezas (Netmind)

La crisis de los referenciales ideológicos, perdidos - como tantas otras cosas - en algún punto del Triángulo conformado por la tecnología, la globalización y la sociedad del conocimiento, es uno de los más claros signos de los tiempos en el actual momento de transformaciones en que vivimos. Consecuencia directa de lo anterior es nuestra actual dislexia política (no reconocida), de la cual sacan provecho los oportunistas de la vez, haciendo valer supuestos valores asociados al devenir histórico.

El eje Izquierda-Derecha se tornó algo tan relativo como la geometría que su propio nombre indica: siempre dependiente del observador. La tradicional frontera de clases entre la izquierda y la derecha parece haberse diluido en una niebla que comienza a permear todo el paisaje político. ¿La Derecha es conservadora y la Izquierda es progresista? Mas, ¿no existe la derecha progresista? Alguien puede decir: “No, eso es centro-derecha o centro-izquierda”. ¡Ah! ¡Pero cómo! ¿Cuando comienza a escorarse el barco de un lado o de otro, y cuando se es de un lado o de otro? ¿Y el centro? ¿Es todo al mismo tempo? ¿Es el equilibrio, o es nada?

La izquierda dice que la derecha sólo quiere la ganancia del capital, mientras que lo que ellos desean es el bien de la sociedad. “Ah ¡Usted todavía no percibió!”, exclama la derecha, “Persiguiendo la ganancia hacemos bien a la sociedad, mientras que deseando el bien de todos no conseguimos nada y encima nos “hundimos”. La ganancia sin embargo, como bien saben los ejércitos de desempleados del capitalismo, es impiedosa. Por otro lado, el discurso de la izquierda raramente corresponde a sus actos cuando toma el poder. Entre idealizar y realizar hay una gran distancia ese es el problema.


¿Como podemos situarnos políticamente cuando gobiernos de izquierda son sorprendidos practicando políticas anti-sociales y gobiernos de derecha aplican políticas de bienestar social? Si analizáramos las políticas practicadas en los últimos veinte años por gobiernos de izquierda y derecha, la confusión de sus referenciales ideológicos está servida.


En nuestra compleja realidad actual, el eje político Izquierda-Derecha se encuentra en estado terminal, así como la era de la lucha de clases con la que nació y que en el fondo representa, razón por la cual está siendo eclipsada por la vieja conocida (y siempre subyacente) estructura vertical, constante histórica que divide las personas entre las que tienen el poder, las que lo sirven y las que lo sufren. Dicho de otro modo, la distinción entre Izquierda y Derecha es un referencial histórico, más que una distinción basada en la lógica.


En nuestro mundo consumista las ideologías están siendo transformadas en un producto de consumo y reducidas al polvo de la demagogia. Lo importante es el poder y el discurso se hace a la medida para obtenerlo. Así se mezclan, en los diferentes partidos, conceptos ideológicos tradicionalmente ligados a la Derecha o a la Izquierda, en la misma medida de lo que quiere oír el elector.


El origen de esta quiebra de identidad se encuentra en la aceptación, por el socialismo occidental, de la economía de mercado capitalista como marco para las relaciones económicas. El capitalismo, por si solo, no es un sistema político sino una forma de entender la economía, que puede convivir con (prácticamente) cualquier sistema político. Existe capitalismo coexistiendo con monarquías árabes, repúblicas bananeras y democracias occidentales; también dictaduras, como fue el caso de la chilena y fascismos como el de Alemania nazista y actualmente hasta coexiste con el sistema comunista chino.

Por otro lado, existe capitalismo con un claro corte social, como el sueco y existe capitalismo con claro tenor de explotación, como el brasileño. En al terreno de las sensibilidades nacionales, existe un capitalismo americano y un capitalismo francés, mencionando sólo dos ejemplos significativos. Culturalmente también podríamos diferenciar un capitalismo occidental y un capitalismo oriental. Podemos también establecer distinciones en función de aspectos financieros y técnicos. Diferentes clasificaciones, en fin, que se entrelazan, mezclan y se sobreponen entre sí.


Para llegar a las distintas formas de capitalismo se establecen complejas interrelaciones entre las distintas variables sociales, políticas, económicas, técnicas y culturales. Así, incluso no siendo un sistema político, el capitalismo influencia decisivamente el medio en que se inserta, produciendo diversos híbridos político-económicos. Podemos decir sin miedo a equivocarnos, que hoy el denominador común de todos los sistemas políticos mundiales es el capitalismo.


El capitalismo es como un tipo de “motor padrón” para la economía, que todos adoptaron porque “funciona”, expresión ésta, muy usada en los círculos empresariales capitalistas, todavía inmersos en el paradigma mecanicista.

La universalidad y rotundidad del éxito del capitalismo nos hace pensar en el, no solamente como un mero sistema de reglas y valores, sino también como una expresión social genuina del instinto de supervivencia e de una psique humana muy influenciada por los miedos ancestrales. Esto queda evidente en aspectos básicos del capitalismo como el fetichismo y la obsesión compulsiva por coleccionar y acumular cosas (la irracionalidad del mercado es en verdad una consecuencia de esos miedos antropológicos).


Para MARX, el capitalismo era una etapa que debería preceder al comunismo –y aquí MARX cometió, según mi punto de vista, un grave error porque con eso escribió el epitafio del comunismo–. De esta forma, la antigua Unión Soviética recurrió a un capitalismo de estado como forma de salir del atraso medieval en que se encontraba la Rusia Zarista y “preparar el camino” para el comunismo (la opción del comunismo creativo de TROSKY fue truncada por imprevisible). Quedó en la fase de preparación.


Pero la cuestión es que incluso coexistiendo el capitalismo con diversos sistemas políticos, hasta divergentes entre si, este se muestra más eficiente bajo determinadas condiciones políticas. De esta forma, el capitalismo de estado soviético, acabó muriendo exhausto en la competencia con el liberal norte-americano, con bases democráticas.


El benchmark de los híbridos políticos capitalistas nos lleva a la visión del capitalismo casi que como un DNA que se recombina constantemente procurando evolucionar y, en el proceso, aniquilar a los competidores. Bajo esta perspectiva materialista, la Segunda Guerra Mundial fue el triunfo del sistema productivo más formidable de la época, que era el sistema capitalista norte-americano. Claro que seria un error reducir los hechos históricos a un materialismo como hizo STALIN, mas, la idea de que el sistema productivo, en este caso, el sistema capitalista, era el corazón de la máquina de guerra, significaba que quien tenía el control del sistema productivo, indirectamente tenia los medios para influenciar decisivamente en la política.


El final de la guerra fría selló el fin del combate entre dos modos distintos de entender el capitalismo, con la victoria del modelo liberal. Esto no significa que el modelo liberal sea la única alternativa viable del capitalismo, sin embargo explica porque los sistemas políticos actuales subordinan la política a la economía capitalista, que actúa como el principal factor homogeneizador de los mismos dentro del proceso de la globalización.


No obstante, de cierta forma MARX estaba cierto en su condición precapitalista del comunismo, en el sentido que el capitalismo, en una etapa avanzada de desarrollo, como sucede actualmente en algunas sociedades pos industriales, como la Alemana, está incubando formas alternativas de organización social que persiguen desarrollar el potencial de las personas para el bien común. Mas esta visión está más ligada al mejoramiento de las condiciones de vida, a la creación de redes sociales y al propio desarrollo tecnológico y su impacto en las personas, de que a la formación de una conciencia de clase. Por tanto, en algo distante - por lo menos en las formas - con la utopía comunista. El problema del comunismo puede estar entonces en no percibir la obsolescencia do su discurso teórico.


¿Está entonces el Capitalismo produciendo su propio verdugo? ¿Cabe un cambio de entendimiento de la economía basado en la explotación de las personas para un entendimiento basado en la colaboración entre las personas? En mi opinión la respuesta es claramente afirmativa. La posición actual del capitalismo con sus sacerdotes pregonado el Final de la Historia (FUKUJAMA) y elevando el capitalismo a la categoría de ley física revela precisamente la intención de ocultar este hecho. las dinámicas (no leyes) económicas no son dogmas que debamos aceptar como hechos inmutables (y en ese sentido son precisos estudios detallados sobre las dinámicas sociales que las generan). La función de los políticos en nuestros días consiste, o debería consistir, precisamente en encontrar nuevas formas o marcos de relaciones socioeconómicas (una labor creativa).


Para conseguir esto, la discusión actual no debe centrarse en el papel del estado e en su tamaño (el clavo ardiente al que se aferran la Izquierda y la Derecha, en una tentativa desesperada de mantener sus identidades), y si en reconocer la propia obsolescencia del modelo de estado actual e abrir los ojos para las novas estructuras e modelos de organización que están surgiendo, haciendo uso de las nuevas tecnologías e infraestructuras. 

Existen claros indicios de avances en dirección a una estructura social con carácter reticular (por ejemplo, el concepto de “Netocracia” de BARD y SÖDERQVIST), que, incluso siendo incipiente, refuerzan la idea de la profunda transformación que se está operando. El mayor problema no reside tanto en determinar lo que debe ser público o lo que puede ser privado y si en aproximar la sociedad del poder, tarea para la cual es preciso rediseñar nuestras instituciones y el propio sistema democrático (claro que esto significa quitar el oxígeno del comatoso sistema Izquierda-Derecha). 

Sabemos que un mundo totalmente privatizado puede devenir en una selva impiedosa y un mundo público súper dimensionado representaría una burocracia asfixiante que ahogaría cualquier principio creativo, sin embargo, ambos principios pueden combinarse en una única esfera ciudadana, pública e privada simultáneamente, siempre y cuando la sociedad tenga los mecanismos de control adecuados.



En este caminar cobra especial importancia establecer puentes entre las diversas culturas e superar los contextos nacionalistas retrógrados. Se trata de percibir las relaciones humanas en un contexto global, sistémico, encontrando las formas de superar el modelo de estado actual, xenófobo, nacionalista, machista, e, mas que otra cosa, guerrero, incluso estando estas cualidades mas o menos adormecidas actualmente en las actuales democracias. Se trata de recuperar el espíritu de algo que pueda hermanar los hombres y que no es ni mas ni menos que la aspiración legitima de los oprimidos, de los parias de la vida, a tener una vida digna. El derecho a la paz, la prosperidad, la educación, la salud y a una sociedad que permita desarrollar las potencialidades individuales con justicia y libertad. En un mundo así, no cabe el entendimiento actual de la política, mero convencimiento, o la falta de transparencia en nuestro sistema financiero mundial.


La palabra política es griega, venida de polis, ciudad en griego. Los políticos eran los ciudadanos de las polis griegas, responsables por los negocios públicos, ta politika, en la naciente Demokratia. Hay, pues, una relación directa politikos-Demokratia en la connotación de ejercer la ciudadanía participando en los asuntos públicos de una forma directa. De hecho, al ser la participación de los ciudadanos griegos restricta (eran excluidos los extranjeros, los esclavos y las mujeres) en relación al total de habitantes das polis, y ser poblaciones relativamente pequeñas, la democracia “directa” griega no encontró demasiadas dificultades para organizarse mediante asambleas (incluso así la asistencia se contaban por millares).


Ya en la república Romana, con una población comparativamente mucho mayor y con una visión imperialista del mundo, este sistema se mostraría inviable. Ta politika será traducida al latín como res publica, transformándose al político en un representante de los intereses de otros ciudadanos, o sea, el político se profesionaliza y para esto contará con dos herramientas heredadas de los griegos, que son la retórica e a dialéctica (dialéctica, que es, según Aristóteles, lo mismo que sofística, una apariencia de filosofía, mera crítica). El político pasará a vivir, pues, en las amplias mallas del arte del convencimiento.



Los valores democráticos solo serán retomados de nuevo con el advenimiento de la revolución francesa, como una forma de combinar las fuerzas de la naciente burguesía y del pueblo (en completa miseria) en al asalto al poder despótico de la monarquía. Los términos Izquierda y Derecha surgen de la Asamblea Constituyente (1792) en que los deputados se encontraban- divididos en dos grupos enfrentados: el de la Gironda, que se situó a la derecha del presidente y el de la Montaña, que se situó a la izquierda. En el centro, estaba una masa sen tomar partido a la cual se designó como la Marisma. Los girondinos deseaban restaurar el orden monárquico mientras la Montaña propugnaba el estado revolucionario.


El triunfo de la Montaña derivaría en lo que después pasaría a conocerse como el Terror, una infeliz etapa de especial ferocidad en la que el término Izquierda quedaría identificado con la radicalización revolucionaria. Mas, fue en el transcurso de la revolución industrial que ambas tendencias encontraron su significado en la defensa de los intereses de sus bases sociales constituyentes, iniciándose así la lucha política de clases. En este contexto, la democracia representativa se mostró- como un poderoso medio para conducir el discurso ideológico (controvertido término este, el de la ideología, que surge también por primera vez durante la Revolución Francesa) de forma que las distintas facciones políticas pudiesen defender los intereses de las clases que representaban.


A pesar de las deficiencias (CHURCHILL dirá que la democracia es el sistema menos malo), la democracia representativa triunfa sobre otras formas de gobierno de cuño autoritario. Y así, con la masificación de la misma (sufragio universal) y la revolución de los sistemas de comunicación, llegamos a nuestras actuales democracias con sus millonarias campañas electorales. Claro que muchas de las actuales democracias no pueden ser llamadas como tales, siendo en verdad, oligocrácias o tecnocracias disfrazadas. Sin embargo, analizando las mejores democracias, nadie puede negar el inmenso abismo existente entre el electo y el elector, que tiene las características de una masa informe (maliciosamente segmentada por los “marketeros” electorales), que precisa ser convencida de lo que es mejor para ella. En ese escenario, las consecuencias de la política se diluyen en la masa, no existen mas nombres de personas y la democracia se torna un cheque en blanco para el poder, que precisa ser obtenido a todo costo. El político va transformándose poco a poco en un aprendiz de tirano.



Podemos hacer un interesante ejercicio aplicando el sentido original de la palabra política, expuesta anteriormente, a nuestra actual realidad tecnológica. Si el politiko es el ciudadano de las polis, o internauta es el habitante (navegante) de la red (Internet), ciudadano del mundo. Si la Internet es el foro para organizarnos socialmente, la política seria la internetika o internética y el internauta, en tanto político, seria internético, o un internauta internético. Pero internética es un término que ya existe en la red y que significa el estudio e análisis de la Internet. O sea, la palabra posee una connotación de conocimiento, la cual, lejos de constituir una contradicción con su aspecto político es una coincidencia que refuerza el nuevo perfil que el político debe tener. La de un divulgador de conocimiento, al mismo tiempo que un nudo donde converge opinión.

En nuestro mundo en transformación, redes de conocimiento deben substituir decisiones unilaterales.
Conocimiento versus convencimiento. Redes versus territorios. Nuevas fuerzas políticas, de carácter internético, deben surgir que no objetiven la obtención del poder, y si colaborar al debate mundial sobre nuevas formas de organización socioeconómicas que procuren el desarrollo sustentable del planeta. En ese discurso, cobra especial importancia, el papel de la tecnología y los nuevos conceptos generados por el nuevo paradigma de la sociedad en red, hasta el momento totalmente subutilizados desde el punto de vista político.